Lo que ha desnudado esta enfermedad no es nada más que una serie de hechos a nivel mundial, donde las políticas neoliberales han llevado a la vulneración total de los derechos humanos fundamentales. Derechos que parecían adormecidos, derechos que para nosotr@s como parte del movimiento obrero organizado, siempre están en disputa, y a diario en cada lugar de trabajo tenemos el desafío de defenderlos.
Hemos advertido en estos últimos años sobre el avance despiadado del capital, tratando siempre de poner en un rol secundario al trabajo y a sus protagonistas l@s trabajador@s.
Afirmando siempre que lo más importante es la capacidad de invertir financieramente y no la riqueza que se crea a partir de la mano de obra, dando valor agregado en la trasformación de materias primas en productos finales, cualquiera que sean. La riqueza la generamos l@s que trabajam@s.
En Argentina, teniendo un Presidente que rápidamente tomó decisiones acertadas que al momento salvaron muchas vidas. No se ha podido sortear aun en primer lugar la verdadera pesada herencia, un país en recesión, crisis y retracción económica, acompañada de un fuerte endeudamiento, y la disputa incansable para cercenar derechos laborales. En este contexto preservar la vida debe ser el centro, pero el capital concentrado, los dueños de todas las cosas, vuelven a atacar, porque ellos nunca pierden, haciendo que esta tarea sea titánica y de una complejidad inusitada. La avaricia y la codicia no saben sobre cuidar al otr@.
Lo que se les pide es que ganen un poco menos, que sean solidarios ante una situación extrema e inesperada, sin precedentes, donde la incertidumbre domina y la única certeza es que proteger la salud, y por ende la vida es la mejor y más acertada apuesta como seres human@s.
Muy por el contrario una parte del empresariado no menor, quiere ventajas y privilegios, en un contexto de crisis estructural, en la cual la mayoría de l@s argentin@s busca llevar un plato a su mesa todo los días como objetivo central. Los que ganan siempre no quieren ceder nada. Ni un poco. Son los mismos que despotrican contra el estado interventor y proteccionista, piden estado mínimo, han aplaudido el cierre del Ministerio de Salud y Trabajo en el gobierno anterior, y hoy piden a gritos que le garanticen salud de calidad en caso de enfermarse, porque avizoran que sus caras prepagas no los albergarán. Son los que odian a los que reciben subsidios del estado, para poder comer o estudiar. Pero piden subsidios, asistencia económica, no pago de contribuciones patronales, entre algunas cosas de su larga lista de exigencias de medidas populistas, que parecen ser buenas si los beneficia a ellos.
Especuladores, es un nombre que se queda corto para los que aprovechan aumentando precios desmesuradamente y alejan de la mesa el pan de cada día.
Y como si esto no fuera suficiente realizan fuertes presiones y operaciones políticas, para lograr otro cometido: baja de salarios. Con la siempre presente amenaza de la desocupación para sembrar el miedo. Aprietes y más aprietes, donde siempre es el pueblo trabajador el que paga los platos rotos. No queremos ser l@s que siempre les toca perder, para eso nos organizamos y resistimos. Ayer, hoy y siempre que avasallen nuestros derechos, siempre que esté en riesgo el bienestar de nuestras familias, y ahora se suma la defensa de la vida, como si todo lo vivido hasta aquí no fuera suficiente.
Estamos de pie, no vamos a dar ni un paso atrás, siempre proponiendo y apostando a las soluciones colectivas, nadie sale de este momento sol@, nadie tiene la solución total, somos consientes de la situación y su profunda gravedad, apostamos al diálogo y el trabajo mancomunado como la única salida. Donde los valores son centrales para ponderar lo que es importante y lo que no, en este momento donde la existencia está en juego. Necesitamos ser mejores, comprometernos mucho más, realizar los esfuerzos necesarios, pero que nada de esto signifique vulnerar nuestra dignidad y la nuestr@s hij@s.
Siempre defiendo el trabajo y los derechos de l@s trabajador@s.
Agrupación Metalúrgica Felipe Vallese.